Semanario “Hildebrandt en sus trece”, 11 de Febrero de 2011
César Hildebrandt
El rollo de Alan García es muy claro. Ha ordenado a todos sus
francotiradores que apunten a la cabeza de Toledo. A mí me parece que
Toledo es un hombre de lo más discutible. No me gusta su hablar y, a
veces, su pensar. No me place que sea un hombre tan apegado al
sistema que nos está matando.
Pero ahora que García quiere destruirlo porque teme que Toledo le
saque las porquerías cometidas, tengo ganas de salir en defensa de
este hombre que alguna vez, en el Melody, mostró parte de sus
humanísimos miserias. Y que, aliado con PPK, tuvo la cochina
debilidad de abonarle más de 20 millones de soles a Baruch hicher
como pago, entre otras cosas, por mi despido de Canal 2.
El rollo de García es demostrarles a todos que él, en efecto, puede
impedir que alguien que no le gusta llegue a la presidencia.
Ese alguien ya no es Humala, lejos ahora de la pretensión que casi alcanza en el 2006. Ese alguien es Toledo.
Y no es que Toledo sea un “antisistema”. Es que Toledo puede
mandar a la cárcel a García. Eso es, por lo menos, lo que García
teme.
Como se sabe, García sustrajo grandes sumas de dinero público y
privado entre 1985 y 1990. Jamás trabajó –excepción hecha de la
defensa de un narco, tal como demostramos hace algunos años– pero acabó
su gestión en condición de varias veces millonario. Debió ser
enjuiciado y condenado pero tuvo la suerte de ser perseguido por la
dictadura siniestra de Fujimori, el hombre que él inventó en una
suite coquera del hotel Crillón.
Fujimori, como todo Frankenstein, quiso matar a su creador. Pero su
creador escapó por los techos, dejando a su mujer y a sus hijos a
expensas de la barbarie.
García esperó largos años. Todos los que requería la figura de la
prescripción. La obtuvo gracias a un reno¬vado pacto con Fujimori y
Montesinos.
Y volvió a la política. Y recaudó todo lo que pudo —y pudo mucho– de los
mineros, los banqueros, sus amigos chilenos, sus compadres
brasileños, los narcos encubier¬tos. Pero perdió las elecciones del
2001. Y eso es algo que no le perdonará a Toledo.
Cinco años después, le robó –es un hábito inexorable– unos miles de
votos decisivos a la pasmada Lourdes Flores y llegó a la segunda
vuelta. Derrotó a Humala porque Humala dio miedo y García, aunque daba
náuseas, ofrecia un “cambio tranquilo y sin sobresaltos”.
No hubo ningún cambio, por supuesto. Para empezar, muchos apristas
siguieron empeñados en múltiples latrocinios, con su jefe a la
cabeza.
Y ahora el miedo es que venga alguien que no “esté trabajado”. Ese
es Toledo, el cuco de García, el enemigo que hay que liquidar.
Y aquí entra el sicariato.
El asunto es calentar el pozo séptico y meter allí rumores,
analogías, parentescos de tercera, archivos de sociales, flashbacks,
coincidencias. Luego todo eso se revuelve y se aliña con salsa
siciliana. Y se escribe con esa prosa cargada de puntos suspensivos
y alusiones “significativas”. ¡La prosa de Rendón es una versión
inteligente!
Y luego, el paquete se lanza, como una granada de piña.
Ese día, García, que lo ha organizado todo, habla como estadista y
razona como príncipe sobre asuntos sublimes: la pobreza que hay que
combatir, la educación que hay que levantar, la inclusión que debe
continuar.
Las covachas aplauden. García sigue siendo el saqueador que habla como Roosevelt, conspira como Beria y mata como Gambino.
Lo que no recuerdan sus soldados de fortuna es lo que no les conviene mencionar.
Por ejemplo, que los esposos Alan García y Pilar Nores vendieron en
el 2003 una camioneta Nissan Frontier a la familia Sánchez Paredes. Y
se la vendieron, usada, y con un recargo de 4.000 dólares respecto del
precio original. Recibieron 22,000 dólares por la rápida operación.
Tampoco quisieran recordar que Belisario Esteves, el gerente
general de la compañía Alta Tecnología e Inversión Minera y
Metalúrgica S.A., la que compró la camioneta presidencial, era una
persona muy próxima al clan Sánchez Paredes y fue viceministro de
Comercio durante el primer gobierno de García.
El mismo año en el que Alan García vendió con sobreprecio esa
camioneta, una empresa del hijo de Luis Nava, secretario y recaudador
presidencial, transportó en varias ocasiones insumos químicos a
COMARSA, una de las compañías mineras de los Sánchez Paredes.
Esa compañía de carga se llama “Transportes Don Reyna” y su
gerente general es José Antonio Nava, hijito de Luis Nava. Esa
empresa transportista acarreó, por lo menos en nueve oportunidades,
varias toneladas de diverso material hacia la mina Angasmarca, en La
Libertad.
El 18 de marzo del 2003 la Compañía de Exploraciones Algamarca
S.A. registró en la SUNARP el primer directorio bajo el control de
los Sánchez Paredes. Como presidente fue designado Wálter Valdez
Muñoz y como directores Jesús Esteves y el abogado Humberto Abanto,
quien también fue nombrado gerente general. En el 2001 Abanto fue
asesor de la Comisión de Economía del Congreso, cuando Luis Alva
Castro era su presidente. En el 2006, Abanto fue asesor de la
Comisión de Presupuesto del Congreso, también presidida por Alva
Castro.
Todos estos datos fueron obtenidos por Gustavo Gorriti y Sheila Díaz y jamás fueron desmentidos.
En relación a la corrupción, en general, las noticias que señalan a García y a los suyos son inagotables.
El 26 de julio del año 2007, Rómulo León envió este correo
electrónico a su jefe Fortunato Canáan: “Esta noche irá a cenar a mi
casa Luis Nava. Ajusta¬remos con él algunas cosas…”. Y el 18 de octubre
del 2007, el mismo León a Canáan:
“11 de octubre, Palacio de Gobierno. Reunión con el Dr. Luis Nava. El
suscrito entregó cinco importantes documentos al Dr. Nava…”.
Y el 21 de diciembre, mismo remitente y mismo destinatario:
“Por iniciativa de Luis Nava ayer nos reunimos con el nuevo ministro
Hernán Garrido Lecca y se le transmitió la voluntad del
Presidente de contar con Fortluck (la empresa de Canáan, nota de
C.H.) para la construcción de hospitales…”.
En otro mensaje, León Alegría le anuncia a Canáan que, para la
constitución de la empresa filial que planean, hará uso del estudio
de abogados de “una persona que resulta clave para nuestros
superiores objetivos”. Ese estudio, como se pudo comprobar
después, es el que aparece en los registros públicos como “Nava y
Huesa abogados”, propiedad, por mayoría de acciones, del doctor Luis
Nava Guibert, secretario de la Presidencia de la República. Quien
se encargó de redactar los documentos fue específicamente el
doctor Eduardo León, que figura como asociado de ese estudio.
Cuando la Comisión del Congreso le preguntó a Nava por qué había
intercedido de modo tan activo en la concertación de la cita entre el
ministro de Salud, Carlos Vallejos, y el dominicano Fortunato
Canáan, el condecorado secretario dijo que se habla limitado a
cumplir órdenes. Y cuando le preguntaron a qué órdenes se refería,
señaló que se trataba de directivas del propio presidente de la
República, “interesado en que la construcción de hospitales
marchara lo más rápidamente posible”.
Y esto para no hablar de Taboada, Gambetta. Olmos. Transoceánica,
puerto de Paita, temas todos judicializables cuando llegue la hora de
la fumigación.
Necesitaríamos varias ediciones para ocuparnos de la podredumbre que emana de este gobierno.
Lo triste es ver la desesperación con que los súbditos de García
en cierta prensa ofician de fuerza de choque. Sobre todo si se
considera el silencio que guardaron, con devoción y disciplina,
durante estos últimos cinco años.